¿Cuando ya se tienen cabellos blancos, posibles arrugas, o cuando uno esta cansado o bien esta jubilado ya entramos en la madurez?
Aunque esta vez, vamos a ir mas allá y vamos a hablar de la madurez psicológica ya que, representa una limitación, un freno evidente en la manera de sacar tu potencialidad. Podríamos llamarle una creencia errónea inculcada por la sociedad, por nuestras raíces asociando esta, exclusivamente a la vejez corporal.
¿Seria una utopía adquirir la madurez espiritual en la adolescencia? Es decir, pensar, actuar, reflexionar como si tuviéramos 60 años. Evidentemente sin la misma experiencia aunque si, podría desarrollarse la mente con aprendizajes, ciertas aptitudes, conocimientos y valores para formar las bases del niño, ponerlas así en practicas durante la adolescencia y así, alcanzar el pleno desarrollo cuando se llega a ser un joven hombre-mujer.
Valores tales como la responsabilidad, el compromiso, la cooperación…Aptitudes sociales y directivas…Habilidades como la intuición, la confianza, la imaginación…Valores así como la honestidad, la dignidad, la lealtad…Debemos de saber que cuando una persona cursa una carrera universitaria, una formación profesional y demás, no hay o muy pocos centros enseñan estas enseñanzas para afrontar la vida. Claro esta, los errores sirven de experiencia aunque, si se pueden prevenir, mejor que mejor.
Muchos males que padecen las personas están estrechamente vinculadas a la falta de preparación de nuestros jóvenes y no tan jóvenes, a la ignorancia, a la falta de interés, a la inmadurez dando lugar en partes a conflictos que bien sabemos todos: infidelidad, separación conyugal, irresponsabilidad, ignorancia, procrastinación…
La madurez es bella tal como las arrugas. Te permite ser sabio, sereno, completo, satisfecho, reflexivo, interesante, en paz, prudente a la vez que evitarte mas de un problema y seras mas feliz.Tanto como tengas 20 años como si tienes 50 años. Sé joven de por vida!
La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era niño.
Friedrich Nietzsche
Estimado Franck Pérez: La madurez es una realidad y se nos muestra como aletheia a diferentes edades. La excelencia no existe. El perfeccionamiento contínuo es rédito en cualquier momento. Hay hitos en la vida que nos despiertan a la forma conciente, a la sensación de descubrir lo que antes estaba velado. Luego del nacimiento de mi hija, yo tenía 29 años, comencé a visualizar el mundo que me rodeaba con una percepción más aguzada, el perfume más intenso, los abrazos más lentos y cariñosos. Si bien es cierto que seguía corriendo para lograr ser una mejor profesional también sentía más placer por la lectura. Me sentía inmune a los “no se puede” y mis energías y valores con los que me conduje han sido los valores que en mi hija ha atesorado y quizás en el futuro me recuerde por ellos.
En esa etapa entre los treinta y cuarenta sentí que había llegado mi madurez intelectual. Nunca presté atención a los comentarios adversos y me incliné a sonreir, feliz, sinceramente. Había llegado a la plenitud. Una sensación de bienestar, de bienhacer, de biendar, de alegría de vivir. Los libros me enseñan lo que me falta aprender, las novelas de buenos autores me llevaron por la fantasía de otras vidas y otras culturas. Mis amigos y compañeros me dieron su amistad y traté de no abochornarlos con problemas que no tuvieran solución, ya que si era así no eran problemas.
Ahora estoy retirada. Al comienzo sentí una oquedad en el alma por el vacío causada por la inoperancia laboral. Luego del duelo, al escribir mi currículum con la espectativa de un empleo en el área privada, pensé en mi desubicación o desadecuación al mundo del empleo. No obstante, llegué a preguntarme ¿soy una persona mayor?. Si. Algo ha cambiado en mi exterior, pero nada en forma dramática. Mi segunda pregunta, fue ¿qué edad siento que tengo? Cerré los ojos y mi respuesta debía ser sincera, íntima, sin fantasías. Tengo 29. Mi potencial interior, el deseo de proyectar, acotados algunos de ellos por la finitud de la vida misma, la sana vitalidad y el ejemplo humilde con el que puedo contribuir a través de mi trayectoria, siento que puedo seguir estudiando, dedicarme al marketing inmobiliario, instalar programas, crear bases de datos, leer sobre temas de educación y derecho, seguir bailando tango y salsa en escuela de profesionales, querer con afecto, querer hacer, querer dialogar, querer dar y también recibir. Hay tanto para hacer, y según la nueva herramienta en la que intervino Naciones Unidas para su confección, el population.io me calcula una vida hasta los 89. Pero son sólamente estadísticas, viviré hasta los 92 según mi decreto con la cabeza de 29 mejorada por más madurez, con un tercio de vida más por delante para disfrutar!
Que tengas una entusiasta y feliz vida,
Esther Angelero
Es un placer como siempre compartir tus experiencias Esther. Me alegro de veras que tus aportes sirvan de ejemplo a los lectores. Es de agradecer compartir tu sabiduría. Gracias. Gracias y gracias por todo.
Te deseo lo mejor y sobre todo, una vida llena de alegrías, de esperanza, de suerte y sobre todo, muchos momentos de niñez.
Un fuerte abrazo